"ABRAN LOS OJOS, LAS PUERTAS ESTÁN ABIERTAS"

Ad eundum quo nemo ante iit, ad verum ducit ; Alea iacta est.

(Ir osadamente donde nadie ha llegado jamás, conduce a la verdad; la suerte está echada)

martes, 22 de abril de 2014

LOS “PICAOS” DE SAN VICENTE DE LA SONSIERRA


Aprovecho estas fechas tan señaladas, para hablar de una tradición bastante conocida tanto a nivel local como nacional, pero aun así año tras año no deja de impactar a los presentes en el evento. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional el 17 de febrero de 2005.
Esto ocurre en San Vicente de la Sonsierra, municipio de La Rioja, situado a unos 35 km de la capital. Es mucha la historia que concierne a este enclave, pero aun así no se han encontrado documentos que expliquen de donde surgen tanto la cofradía, como la tradición.
Las primeras noticias de las que se tienen constancia de estos ritos de flagelación giran en torno al año 1520, están referidas a la Cuaresma y a las fiestas de Exaltación de la Santa Cruz. Sobre la Cofradía de la Vera Cruz data del 19 de junio de 1551, como comienzo de sus prácticas ya que aparece un documento en el que se presentan al vicario general del obispado, los estatutos y ordenanzas, a modo de recopilación de las prácticas que ya eran realizadas entonces de forma habitual durante Semana Santa; e incluso hay quien afirma haber visto un pequeño fragmento de documento del 1499.
El 20 de marzo de 1777, Carlos III intenta prohibir esta práctica mediante un Real Decreto, pero ese intento fue fallido, ya que los disciplinantes seguían con esta tradición en privado. A lo largo de la historia la iglesia le otorgó numerosas indulgencias. A pesar de todas las trabas que se ha ido encontrando por el camino, esta disciplina ha resistido hasta la actualidad.
Este acontecimiento se produce el jueves y viernes Santo durante la Semana Santa; pero además el 3 de Mayo y el 14 de Septiembre los disciplinantes salen de nuevo a la calle, con motivo de diferentes Viacrucis.
Los disciplinantes son personas voluntarias, normalmente del pueblo, los cuales cumplen la condición de ser varones, mayores de edad, cristiano y de buena fe. Estas dos últimas condiciones deben ir acompañadas de un certificado del párroco que acredite que eso es cierto. Ellos son los que deciden cumplir esa penitencia, por algún motivo personal que les lleva a realizar la promesa; bien para pedir algo, bien para dar gracias, etc…
Durante el recorrido visten una túnica blanca con una abertura en la espalda, una capucha blanca con dos agujeros a la altura de los ojos, un cíngulo atado en la cintura y por último una capa marrón con la cual se taparán, una vez finalizada la penitencia. Durante el recorrido se le asigna un cofrade a cada disciplinante que le acompañará. Una vez que decide comenzar a golpearse, en ese momento se arrodilla ante el paso al que hayan hecho la ofrenda y reza una oración, a partir de ese momento su acompañante le retirará la capa dejándole la espalda al descubierto y el disciplinante comenzará a golpeársela con una madeja de algodón sujeta con las dos manos alternando rítmicamente un lado y otro, balanceándola entre las piernas. En el momento que el acompañante valora que ya es suficiente, suelen azotarse una media de entre 800 y 1000 latigazos más o menos entre diez y veinte minutos; la persona encargada de “picar” al disciplinante, lo hará en tres zonas del abdomen con una bola de cera y seis cristales incrustados, dos a dos; de manera que son doce pinchazos que simbolizan a los apóstoles.
Después, se volverá a golpear un poco más para poder sangrar y eliminar posibles infecciones o molestias que se pudiesen producir posteriormente.
Una vez finalizado, el ayudante vuelve a cubrir la espalda y le coloca la capa para dirigirse a la sede de la cofradía donde un especialista le curará las posibles heridas con agua de romero y una crema cuya composición es secreta y pasa de generación en generación.










Las mujeres, denominadas “Marías”, también pueden participar, ya que desde 1998 pueden pertenecer a la cofradía con pleno derecho. Deben cumplir los mismos requisitos que los varones y su función se basa en acompañar las procesiones; vestidas con un hábito negro parecido al manto de la Virgen de los Dolores, con el rostro cubierto por puntillas y van descalzas e incluso con cadenas.


Durante toda la procesión se cuida mucho el tema del anonimato, ya que lo que prima es la acción no la persona, ante el público. Puede parecernos salvaje o no esta práctica, pero lo que sí os aseguro es que el pueblo está muy orgulloso de su peculiar tradición y ante todo debe ser respetada.
Os invito a que veáis estas procesiones vosotros mismos, porque creyente o no, no os va a dejar indiferente a ninguno. Las sensaciones que se pueden experimentar sólo lo sabe uno mismo, y nunca lo olvida.

domingo, 9 de febrero de 2014

UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN EN LOGROÑO

“Serian las tres de la madrugada y las calles estaban llenas de curiosos que nos miraban como si fuéramos fantasmas, y, por la rapidez con que se marchaban, creo que se llevaron una gran decepción. Hacían tanta propaganda, que esperarían vernos con rabo o algo parecido, y como vieron que éramos iguales que sus soldados, se comprendía que buscaran la cama con rapidez. La plaza de toros de Logroño era el campo de concentración y, debajo de sus gradas, en colchonetas y en el suelo, teníamos los dormitorios.”

Tremenda descripción del miliciano malagueño Antonio Torres Morales narrada en su autobiografía “Recuerdos de guerra y represión de un miliciano malagueño”, a su llegada el 5 de enero 1939 a la plaza de toros de “La Manzanera” en Logroño como prisionero de guerra.

Veamos brevemente un poco la historia de este lugar, ya que no es la única plaza de toros alzada en la ciudad. Cuentan que a mediados del siglo XVII donde hoy se sitúa el Cuartel de la Policía Nacional, se localizaba la plaza de “El Coso”, donde se realizaban todo tipo de espectáculos, taurinos o no. En 1858 se construye una plaza de madera en lo que hoy sería Gran Vía, con la calle Fundición, ésta solo destinada al toreo. El 5 de Octubre de 1863, otra plaza con mayor envergadura sustituye a las anteriores, ubicada entre la calle Duquesa de la Victoria y Avda. Colón, actualmente. Dicen que en su edificación se aprovecha parte de la muralla que rodeaba nuestra ciudad. El 9 de Julio de 1914 un incendió acaba con esta plaza, por lo que se decide levantar la plaza de toros que nos atañe. El edificio fue inaugurado el 5 de septiembre del 1915, ejemplo de arquitectura neomudéjar, obra del arquitecto logroñés Fermín Álamo. Aunque esta no será la última plaza de toros que emerja en la ciudad, ya que en la actualidad, tras el derribo de “La Manzanera” en octubre del 2002 aparece la plaza de Toros de “La Ribera”.

Centrándonos ya en “La Manzanera” no como lugar lúdico taurino, sino en su cara más oscura cumpliendo la función de campo de concentración desde 1937, podemos decir, tanto por testimonios de presos, como por la escasa información recopilada en noticias de prensa, que este campo tenía la función de depósito, de clasificar a los presos republicanos que llegaban para destinarlos a otros campos, se puede decir que era, un lugar de paso; pero no por ello menos dramático. Y esto lo podemos comprobar tanto en la autobiografía de Antonio Torres, como en muchas otras experiencias relatadas por los desafortunados que estuvieron allí. Como es el caso de un preso vasco; la revista “Piedra de Rayo” le entrevista y cuenta como estuvo preso en la plaza de toros entorno a julio-agosto del 1937 y como su compañero se suicidó con una cuchilla de afeitar. Por otro lado una mujer cuenta su experiencia de cómo viajó varias veces a Logroño para visitar a su hermano preso y en ninguna ocasión le dejaron verle.
Antonio además en su libro cuenta alguna anécdota más, que nos pone en situación de cómo era la estancia allí: “(…)pedían informes a los pueblos o ciudades de donde era cada uno y, según era el informe, así seria nuestro destino.”A Antonio le enviaron al campo de concentración de Miranda de Ebro. “(…)En las primeras horas de la mañana nos cogía el cura y nos leía la vida de Franco, sentados en las gradas de la plaza de toros. Nos dejaba el cura y nos cogía un sargento bajito y regordete que nos mandaba subir los escalones de la plaza, al son de su voz chillona: ‘¡Izquierdo, derecho, un, dos, tres!’. Algunos hombres se caían y no se les podía socorrer, porque los demás teníamos que seguir subiendo y bajando por temor al sargento y a su fusta, un hombre lleno de odio y rencor que maltrataba a hombres indefensos.”


Esto son sólo unas pinceladas de lo que ahí se cocía. En el 2003 “Piedra de Rayo” hacía un llamamiento, convocaba una ayuda de investigación histórica para documentar el uso de la plaza de toros como campo de concentración franquista. David Rojo sería becado por tal fin. Cual fue la sorpresa de todos cuando en su investigación descubrió en el Archivo Histórico General Militar de Ávila, legajos que citaban en Haro otro campo de concentración de características similares a las de Logroño. Se piensa que estaba ubicada en una antigua fábrica de curtidos, cuya localización exacta ignora.

Hagamos de estas líneas un homenaje al mudo recuerdo de la historia de este lugar y los protagonistas que por allí pasaron con mejor o peor suerte.

Inpar Rioja.

domingo, 5 de enero de 2014

EL MONASTERIO DE SAN PRUDENCIO

¡Hola amigos! ¡Feliz Año nuevo!Aquí os dejamos un regalo en esta noche mágica de Reyes, esperamos que os guste.

Son numerosas las leyendas que se ciernen entorno al monasterio de San Prudencio; ciertas o no, se mantienen en el recuerdo colectivo de los pueblos colindantes.
Ubicado en el monte Laturce, entre Clavijo y Leza, se encuentran las ruinas de una antigua Iglesia de finales del Siglo XII, otra posterior del Siglo XVII siendo éstas rodeadas por el vestigio de un antiguo caserío, centrado todo ello en un paisaje abrupto y despoblado. Han sido diversas las reformas y construcciones que hay sobre la iglesia principal según narra su historia, de ahí quizás surja la leyenda de que existen tesoros escondidos en el lugar. Un artículo publicado el 21 de febrero de 1999 por Ignacio López en el diario de “La Rioja” narra el siguiente fragmento: "…Con la exclaustración del año 1835 por el Gobierno de Mendizábal, el Monasterio de San prudencio en Monte Laturce se convertía en una cantera y un gran campo de ruinas, siendo visitado por los buscadores de tesoros y los bandoleros que hacían sus correrías por los montes de Cameros".
Además se dice que existe un laberinto de pasadizos subterráneos que lo unen con otros enclaves, probablemente también sagrados. Por ello corren rumores de supuestas prácticas clandestinas que podían haber llevado los monjes que habitaban el lugar. Por supuesto esto no es demostrable y habiendo estado in situ no se ha podido comprobar la existencia de dichos pasadizos.
La historia que da magia al lugar, comienza en cierto modo en el momento que estando enfermo San Prudencio en Osma, le dice a su sobrino Pelayo que una vez que muera deberán colocarle sobre un mulo y que éste irá al lugar donde deba ser sepultado, siendo esa la voluntad de Dios. Una vez que San Prudencio fallece, así lo hacen, tras colocar el cadáver sobre un mulo, éste echa a andar seguido por los vecinos y el obispo de Tarazona, hasta llegar a la boca de una cueva en el monte de Clavijo, siendo allí donde le dieron entierro. Lorenzo Merino Barragán, en su obra "Perfiles Jacobeos" cuenta: "Pelayo y sus compañeros dieron sepultura a San Prudencio… y se organizaron en comunidad monástica… adoptando la regla de San Agustín… sobre aquella humilde sepultura levantaron una pequeña Iglesia con su reducido cenobio. La Iglesia tomó el nombre de San Vicente mártir. Al recibir de la Iglesia el santo Obispo los honores de los altares, tanto la Iglesia en que estaba el sepulcro, como el cenobio, recibieron el nombre del Santo: Iglesia de San prudencio y Cenobio o Monasterio de San Prudencio".
Tras ser enterrado suceden varios milagros que se le otorgan a este Santo y a su aceite milagroso. En primer lugar tenemos a Juana Domínguez. Ocurrió en el 1556 vecina de Villanueva de San Prudencio sufrió una caída que le produjo una herida en la pierna, que llegaba desde la rodilla al tobillo. Mediante la medicina popular del lugar, tema del que hablaremos otro día, trató mediante ungüentos curarse dicha herida pero no le fue posible así que como medida desesperada, cogió lo que pudo y se encaminó hacia el monasterio de San Prudencio. Una vez allí habló con los monjes y les explicó su lesión y las intenciones que llevaba, los monjes aceptaron su petición, y la mujer puso rumbo a la cueva donde se encontraba enterrado el Santo. Se arrodilló ante él y rezó por su cura durante horas. Un monje bajó en su busca a la hora del cierre, pero la mujer no quería moverse de allí hasta que el Santo le atendiese. Ante la impotencia de que la mujer no se marchaba, uno de los monjes sugirió a la mujer que se untase la herida con el aceite de la lámpara que iluminaba al santo, posiblemente se mofaba para poder librarse de ella y cerrar el lugar; pero la mujer al no entenderlo así decidió hacerlo y aplicarse dicho aceite sobre la pierna. A medida que lo iba haciendo esa herida se iba cerrando. Así pudo regresar ese mismo día a su casa completamente curada.
En segundo lugar tenemos al cura de Luezas, Pedro Sáenz. Este anciano había sufrido un derrame cerebral que le había paralizado parte de un lado de su cuerpo, boca y brazo; por ello su salud se había visto bastante deteriorada.
Durante la festividad de San Prudencio, 28 de Abril, llevaron a este cura al monasterio con intención de que tuviese un poco de vida social con otros monjes del lugar y estando allí tuvo una supuesta premonición, el Santo le permitiría hablar y moverse sin problemas. Por ello se encaprichó en decir misa en la cueva del Santo. Los sacerdotes no estaban muy por la labor ya que les parecía una temeridad, pero finalmente aceptaron con la condición de que si se iba a dar tal milagro debía ser al principio de la celebración. Sus compañeros le pusieron el hábito y le ayudaron a bajar a la cueva, una vez allí comenzó la misa, sin problema alguno, ni con la boca ni con el brazo, desde el principio hasta el final, ante la mirada atónita de todos.
Una vez terminada la celebración volvió por su propio pie atravesando el monte hasta Luezas sin ningún tipo de problemas siendo un ejemplo más de otro de los milagros de San Prudencio.

Inpar Rioja.