EL MONASTERIO DE SAN PRUDENCIO
¡Hola amigos! ¡Feliz Año nuevo!Aquí os dejamos un regalo en esta noche mágica de Reyes, esperamos que os guste.
Son numerosas las leyendas que se ciernen
entorno al monasterio de San Prudencio; ciertas o no, se mantienen en el
recuerdo colectivo de los pueblos colindantes.
Ubicado en el monte Laturce, entre Clavijo y Leza, se
encuentran las ruinas de una antigua Iglesia de finales del Siglo XII, otra
posterior del Siglo XVII siendo éstas rodeadas por el vestigio de un antiguo
caserío, centrado todo ello en un paisaje abrupto y despoblado. Han sido
diversas las reformas y construcciones que hay sobre la iglesia principal según
narra su historia, de ahí quizás surja la leyenda de que existen tesoros
escondidos en el lugar. Un artículo publicado el 21 de febrero de 1999 por
Ignacio López en el diario de “La Rioja” narra el siguiente fragmento: "…Con la exclaustración del año
1835 por el Gobierno de Mendizábal, el Monasterio de San prudencio en Monte
Laturce se convertía en una cantera y un gran campo de ruinas, siendo visitado
por los buscadores de tesoros y los bandoleros que hacían sus correrías por los
montes de Cameros".
Además se dice que existe un laberinto de pasadizos
subterráneos que lo unen con otros enclaves, probablemente también sagrados.
Por ello corren rumores de supuestas prácticas
clandestinas que podían haber llevado los monjes que habitaban el lugar. Por
supuesto esto no es demostrable y habiendo estado in situ no se ha podido
comprobar la existencia de dichos pasadizos.
La historia que da magia al lugar, comienza en cierto modo
en el momento que estando enfermo San Prudencio en Osma, le dice a su sobrino
Pelayo que una vez que muera deberán colocarle sobre un mulo y que éste irá al
lugar donde deba ser sepultado, siendo esa la voluntad de Dios. Una vez que San
Prudencio fallece, así lo hacen, tras colocar el cadáver sobre un mulo, éste
echa a andar seguido por los vecinos y el obispo de Tarazona, hasta llegar a la
boca de una cueva en el monte de Clavijo, siendo allí donde le dieron entierro. Lorenzo Merino Barragán, en su obra "Perfiles Jacobeos"
cuenta: "Pelayo
y sus compañeros dieron sepultura a San Prudencio… y se organizaron en
comunidad monástica… adoptando la regla de San Agustín… sobre aquella humilde
sepultura levantaron una pequeña Iglesia con su reducido cenobio. La Iglesia tomó
el nombre de San Vicente mártir. Al recibir de la Iglesia el santo Obispo los
honores de los altares, tanto la Iglesia en que estaba el sepulcro, como el
cenobio, recibieron el nombre del Santo: Iglesia de San prudencio y Cenobio o
Monasterio de San Prudencio".
Tras ser enterrado suceden varios milagros que se le otorgan
a este Santo y a su aceite milagroso. En primer lugar tenemos a Juana
Domínguez. Ocurrió en el 1556 vecina de Villanueva de San Prudencio sufrió una
caída que le produjo una herida en la pierna, que llegaba desde la rodilla al
tobillo. Mediante la medicina popular del lugar, tema del que hablaremos otro
día, trató mediante ungüentos curarse dicha herida pero no le fue posible así
que como medida desesperada, cogió lo que pudo y se encaminó hacia el
monasterio de San Prudencio. Una vez allí habló con los monjes y les explicó su
lesión y las intenciones que llevaba, los monjes aceptaron su petición, y la
mujer puso rumbo a la cueva donde se encontraba enterrado el Santo. Se
arrodilló ante él y rezó por su cura durante horas. Un monje bajó en su busca a
la hora del cierre, pero la mujer no quería moverse de allí hasta que el Santo
le atendiese. Ante la impotencia de que la mujer no se marchaba, uno de los
monjes sugirió a la mujer que se untase la herida con el aceite de la lámpara
que iluminaba al santo, posiblemente se mofaba para poder librarse de ella y
cerrar el lugar; pero la mujer al no entenderlo así decidió hacerlo y aplicarse
dicho aceite sobre la pierna. A medida que lo iba haciendo esa herida se iba
cerrando. Así pudo regresar ese mismo día a su casa completamente curada.
En segundo lugar tenemos al cura de Luezas, Pedro Sáenz.
Este anciano había sufrido un derrame cerebral que le había paralizado parte de
un lado de su cuerpo, boca y brazo; por ello su salud se había visto bastante
deteriorada.
Durante la festividad de San Prudencio, 28 de Abril,
llevaron a este cura al monasterio con intención de que tuviese un poco de vida
social con otros monjes del lugar y estando allí tuvo una supuesta premonición,
el Santo le permitiría hablar y moverse sin problemas. Por ello se encaprichó
en decir misa en la cueva del Santo. Los sacerdotes no estaban muy por la labor
ya que les parecía una temeridad, pero finalmente aceptaron con la condición de
que si se iba a dar tal milagro debía ser al principio de la celebración. Sus
compañeros le pusieron el hábito y le ayudaron a bajar a la cueva, una vez allí
comenzó la misa, sin problema alguno, ni con la boca ni con el brazo, desde el
principio hasta el final, ante la mirada atónita de todos.
Una vez terminada la celebración volvió por su propio pie
atravesando el monte hasta Luezas sin ningún tipo de problemas siendo un
ejemplo más de otro de los milagros de San Prudencio.
Inpar Rioja.